Si no inviertes en comunicación, no te irrites cuando hablen por ti
No es neutral que prevalezca la voluntad sobre el intelecto o el voluntarismo sobre la conducta profesional cuando hablamos de mostrar el ingente trabajo de las instituciones sociales y ONGs… que son vitales para la supervivencia de miles de personas. Voluntariado y voluntarismo son antagónicos cuando se trata de ejercer una labor que cada día se hace más compleja en su creatividad, en sus canales de distribución de información y el la diversidad de soportes que nos aguardan. Hablo de la necesidad de que las organizaciones no gubernamentales y las empresas otorguen a la comunicación la importancia que le dan en sus discursos teóricos. Todos tiene claro que una de las claves de su propia supervivencia es que se conozca bien lo que hacen, pero pocas lo dejan en manos de profesionales. Sucede a nivel empresarial, político, institucional, en movimientos sociales. La mayoría de los ejecutivos y dirigentes de este país, siguen sin entender que la comunicación es una potente herramienta de gestión. Las empresas que tienen más peso en el panorama nacional e internacional, son las que invierten en su proyección pública.
Los derroteros por los que transitan las informaciones propias desde que se piensan hasta que llegan a las audiencias de los medios de comunicación, o a los usuarios de redes sociales, requieren una estrategia previa de análisis, elección, definición de objetivos, experiencia en la redacción de contenidos de calidad, elección de medios o redes, conocimiento de las dinámicas periodísticas… y más…
Conquistar una excelente imagen pública no es tarea fácil. Requiere mucho tiempo y trabajo, una buena planificación de objetivos y medios materiales para su desarrollo. Sin embargo, tirarla por la borda, puede ser cuestión de segundos, o incluso menos. No pondré ejemplos para no herir susceptibilidades, pero seguro que todos tenemos en mente casos cercanos para ilustrar. Podemos ver cada día como muchas empresas o instituciones públicas y privadas se apoyan en las ONGs para “compartir” o “apoyar” proyectos haciendo un uso poco equilibrado de la imagen pública de dichas organizaciones, dañando, en muchas ocasiones, su credibilidad, y afectando su futuro, y el de sus usuarios. También conocemos acciones o eventos de ONGs que parecen más hechos para el lucimiento de sus creadores que pensados para dar solvencia y seriedad al ingente número de voluntarios que se esfuerzan cada día por su institución. En ambos casos, la responsabilidad recae en la ONG, que es quien da su visto bueno a la realización de actividades en las que presta su identidad y reputación. Parece mentira que esto suceda, pero es cada vez más palpable en los medios.
Una buena reputación nos hace fuertes. En los últimos años la complicación para gestionar la imagen pública ha crecido de forma exponencial, y no dejará de hacerlo en el futuro. Las plantillas de los medios y el reparto de sus espacios informativos, publicitarios y de contenidos patrocinados, evolucionan ante nuevas demandas y necesidades financieras y laborales. La disparidad de soportes informativos y de conversación, dan al tiempo real una dimensión evolutiva que transforma las percepciones y la participación en el diálogo social y político. El ahora se convierte en conversación con cada gesto, palabra, idea o imagen que lanzamos On-Off. Ante esta realidad, sólo los que apuesten por situar al frente de su imagen pública a experimentados profesionales de la comunicación, tendrán la oportunidad de ser vistos y apoyados en sus actividades, servicios o productos. Un reto asumible en inversión y deseable en resultados.
Cesáreo Martín. Periodista. Director de Estrategias de Comunicación y Crisis enhttps://www.grupocomunicating.com
Caterina Ferrero. Periodista. Directora de Proyectos en https://www.grupocomunicating.com
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